La misión de un padre o de una madre es grande, porque están
trayendo un nuevo invitado al mundo, que no sabe nada, pero que trae con él un
potencial. Y a menos que ese potencial crezca, será infeliz.
A ningún padre le gusta pensar que sus hijos son infelices;
quieren que sean felices. Lo único que ocurre es que su forma de pensar está
equivocada. Se creen que si se convierten en médicos, en profesores, en
ingenieros o en científicos, entonces serán felices. ¡No saben! Ellos sólo
serán felices si se convierten en lo que han venido a convertirse. Sólo pueden
convertirse en el potencial de la semilla que llevan en su interior.
Por eso procura por todos los medios posibles darles libertad, darles oportunidades.
Normalmente, si un niño le pide algo a su madre, la madre sencillamente dice
no, sin ni siquiera escuchar lo que está pidiendo. «No» es una palabra
autoritaria; «sí» no lo es. Por eso ni un padre ni una madre ni cualquier
persona que sea autoritaria quiere decir sí a una cosa ordinaria.
El niño quiere jugar fuera de la casa: «¡No!» El niño
quiere salir mientras está lloviendo y quiere bailar bajo la lluvia: «¡No! Te
cojeras un catarro.» Un catarro no es un cáncer, pero un niño al que se le ha
impedido bailar bajo la lluvia, y que no ha sido capaz de volver a bailar otra
vez, se ha perdido algo importante, algo muy hermoso. El catarro hubiera valido
la pena, y no es seguro que se hubiera pillado un catarro. De hecho, cuanto más
lo proteges, más vulnerable se vuelve. Cuanto más le permites, más inmune se
hace.
Los padres tienen que aprender a decir sí. En el 99
por 100 de los casos, cuando normalmente dicen que no, lo hacen simplemente para
mostrar su autoridad. No todo el mundo Puede ser el presidente de un país o puede
ejercer su autoridad sobre millones de personas. Pero todo el mundo puede
convertirse en un marido, para ejercer su autoridad sobre su pareja; todas las
mujeres pueden ser madres, para tener autoridad sobre su hijo; todos los niños
pueden tener un osito de peluche, y tener autoridad sobre su osito de
peluche...Esta es una sociedad autoritaria.
Lo que estoy diciendo es que creando niños que tengan libertad,
que han oído «sí» y que raramente han oído «no», la sociedad autoritaria
desaparecerá. Tendremos una sociedad más humana.
De modo que no se trata sólo de los niños. Esos niños se van a
convertir en la sociedad del mañana: el niño será entonces quien muestre a la
humanidad a ser más humano.
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