Desde que nace el niño
quiere llorar y reír. Llorar es para él una profunda necesidad. Todos los días
tiene una catarsis a través del llanto.
El niño tiene muchas
frustraciones. Es inevitable; es por necesidad. El niño quiere algo, pero no
puede decir qué, no puede expresarlo. El niño quiere algo, pero quizá los
padres no estén en situación de poder dárselo. Puede que la madre no esté
disponible. Quizá ella esté ocupada haciendo otra cosa y él esté desatendido.
En ese momento no se le presta atención, por eso se echa a llorar. La madre
quiere convencerle, consolarle, porque le molesta, el padre está molesto, toda
la familia está alterada. Nadie quiere que llore, el llanto es una molestia;
todo el mundo trata de distraerle para que se calle. Podemos sobornarle. La
madre le dará un muñeco, le dará leche ‑cualquier cosa para distraerle o para
consolarle‑, pero no debe llorar.
Llorar es una necesidad
profunda. Si puede llorar y se le permite, el niño quedará como nuevo; la
frustración es expulsada a través de las lágrimas. De lo contrario, si
contiene el llanto, contendrá la frustración. Entonces se irá acumulando, y tú
eres «un montón» de lágrimas. Ahora, los psicólogos dicen que necesitas el
grito esencial. En Occidente se está desarrollando una terapia sólo para
ayudarte a gritar, con tal totalidad que todas las células de tu cuerpo se
impliquen. Si logras gritar tan enloquecidamente que todo tu cuerpo esté
gritando, te liberarás de mucho dolor, de mucho sufrimiento que está acumulado