miércoles, 5 de febrero de 2020

Una madre dijo...


Antes yo no le hubiera pegado. Me abría sentado con ella para hablarle y tratar de que entendiera; tratando a mi vez de comprenderla todo lo posible. Yo trato de que ella me entienda. Yo trate de hacer eso y nunca funciono. Por eso llegue a pegarle.
El conocimiento intimo que los padres tienen de las conductas y respuestas de sus hijos determinan el tipo de reacción que tendrán hacia ellos en aras de educarlos. La edad del niño (a) determina la decisión. Es difícil razonar con un niño de un año o hacerlo con una niña de cuatro años e incluso con un adolescente la comprensión dependerá de su madurez emocional, carácter, personalidad y edad. Aprender a ser madre o padre consiste en la habilidad tanto mental como emocional para saber relacionarse saludablemente con los hijos. Cuando los padres amplían el rango de alternativas sea para dar indicaciones, enviar mensajes o disciplinar a los niños, apelando a la inteligencia emocional, se crea una integración fortalecedora lo cual depende en gran medida de la actitud y voluntad porque si no posees tales requisitos pues las excusas brotan por doquier. Cuando el adulto propicia alternativas consientes para dar a los niños, no hablo de convencer, hablo de enviar mensajes, instrucciones o asignar tareas de acuerdo a las circunstancias que se viven en el hogar conscientemente se obtienen reacciones adecuada del niño (a). Cuando se disciplina a los niños las medidas no punitivas no son consideradas, los padres están más programados a sancionar que a propiciar salidas eficientes. El padre puede no tener ni el tiempo ni la energía necesaria para intentar procedimientos menos drásticos para controlar al niño (a) pero el hecho de detenerse unos segundos para pensar o actuar diferente al tratar a un niño (a) destraba toda situación por muy crítica que este viviendo. Se que los padres tienen compromisos, necesitan cumplir un horario lo cual hace imposible pensar o actuar diferente hacia sus hijos, pero justo en ello reside la voluntad para tratarlos diferente porque de no aprovechar las crisis que se viven con los hijos para generar el cambio la oportunidad para pensar y ser diferente se va... dejando en el hogar estelas de ira.
En otro caso, una madre tenia que ir al dentista y el coche que la iba a llevar estaba esperándola. Su hija de 4 años, la tenia que llevar consigo, porque no había con quien dejarla.
No quería vestirse, no quería ir, lloraba y pataleaba. Estaba llorando y pataleando y no quería ir, y yo estaba realmente apurada, porque ya estábamos sobre la hora: no podía cancelar la cita con el dentista, sabia que iba a llegar tarde y eso me perturbaba. Y entonces empecé a gritarle y a pegar.
El hecho de que la niña no haya respondido positivamente a las indicaciones de la madre intensifico la cólera en ella y aumento la violencia en las subsiguientes respuestas. El fracaso de los esfuerzos iniciales de los padres respecto al comportamiento de los niños que quieren controlar o modificar, contribuyen avivar el maltrato. Los padres no solo están perturbados, molestos, exasperados, irritados por el comportamiento mismo, sino que sus sentimientos se intensifican por el hecho de que el niño ha frustrado sus esfuerzos iniciales al dar una indicación y al no recibir la respuesta esperada, prevista y deseada pues sencillamente pierden el control. Si el comportamiento del niño que precipito la iniciación de sucesos conflictivos desencadeno la inadecuación de la madre para detenerse abordar la situación desde otro espectro; vestirla rápidamente omitiendo mas instrucciones, centrarse en sus movimientos para no perder la cabeza, sentir su respirar en cada pataleta, ágil en sus movimientos en  cada negación y sobre todo -no-mente- para serenarse ante estruendosa crisis. El fracaso de los primeros esfuerzos de intervención es una confirmación del fracaso de los padres. La próxima vez que maltrates a un niño (a) no pienses que con ello los corriges, mejor se realista contigo y acepta que fracasaste porque te valiste del maltrato, no fuiste capaz de emplear otros recursos. Reconocer tu fracaso no te minimiza por el contrario te impulsa a armarte de voluntad para actuar diferente con ellos.

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