miércoles, 29 de enero de 2020

Lectura y Escritura


La lectura y escritura, aunque parecen formas diferentes de la actividad lingüística, no son sino manifestaciones sucesivas de un proceso común. Que llegue a encontrarse personas que solamente lean y no escriban, es el testimonio real de que en tales personas ese proceso no se completó. Un complicado mecanismo perceptivo, racional y motriz integra este proceso que puede ser motivo de un análisis psicofisiológico. Veamos; en la lectura, primeramente, una percepción visual, condicionada a la captación misma de los símbolos, lleva estas impresiones al cerebro para ser elaboradas como palabras o como elementos lingüísticos. Aquí intervienen procesos fisiológicos de impresión, de transmisión y de fijación. Enseguida, la mente interpreta esas percepciones relacionándolas con su significado, para lo cual, traduce en ideas las imágenes simbólicas captadas por los centros nerviosos superiores. Cuando se trata de una comprensión de lo leído o de una traducción de ideas expresadas en otra lengua, la racionalización de las percepciones es decisiva en el trabajo lingüístico. Después la mente identifica las percepciones visuales y los significados racionales, con modalidades sonoras, que antes de ser emitidas, son materia de la conciencia, y nace aquí el impulso para su producción, mismo que se transmite al centro capacitado para producir y articular los sonidos. En este momento, la comprensión esta lograda, pero no puede aislarse del proceso general. Por último, un esfuerzo de la conciencia aísla lo que se conoce como lectura oral y como lectura en silencio. Respecto de la primera, se hace funcionar el centro motriz del lenguaje y se traducen en palabras las imágenes hechas ideas. Pero en cuanto a la segunda, se hace reprimir la actividad del centro motriz, impidiendo que se produzca la voz, al mismo tiempo que esta se vuelve una especie de monologo silencioso que ayuda a la comprensión de lo leído. En la escritura se parte de la concepción racional de las ideas que van a expresarse gráficamente y de ahí se deriva una doble actividad; la identificación de cada uno de los elementos que han de formar las palabras escritas, la asociación de todos ellos con su respectivo sonido. Por eso es que cuando se escribe, parece que como si nosotros mismos diéramos forma gráfica a nuestro propio dictado. Se pasa luego a la imagen racional de cada símbolo, al centro motor que controla la actividad de la mano que escribe a semejanza de un modelo para reproducir. En forma similar a la percepción visual de los elementos, la disposición para reproducirlos ocupa un lugar en el proceso de exteriorización de imágenes lingüísticas. Acto continuo, el centro motor de la mano va dictando cada uno de los movimientos que darán como resultado el trazo de la letra, y la sucesión de estas, la palabra. El escribir las letras de una palabra, separadas entre sí, es deficiencia de la imagen visual que se integra con la forma gráfica expresiva de la noción por exteriorizar. Concluye el proceso con una triple coordinación: motriz, en la producción escrita de las letras; verbal, en el control de inhibición del impulso por reproducir los sonidos correspondientes a las letras que se escriben; y visual tanto para controlar lo que se va escribiendo, como para reiniciar el proceso de la intelectualización. Ciertamente, cuando se escribe se va leyendo lo escrito; por eso es que no podemos considerar asilados ambos procesos, pues además de la razón, los unifica el mecanismo de su producción y de su control.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dejarme tus comentarios