El cuerpo del niño es una entidad
física, en el sentido material del término, con su superficie, su peso y su
profundidad, cuya actividad propia evoluciona desde lo automático a lo
voluntario, más tarde se automatiza con una voluntad de acción para hacerse
capaz de desarrollar fuerza y habilidades siendo capaz de adquirir un dialogo
corporal. El cuerpo nos es dado, es la sustancia del hombre, sustancia que
confirma su existencia. El cuerpo nos pertenece y forma parte del mundo de las
formas de la naturaleza, es suficiente e interior, es inerte y palpitante,
habitáculo y habitado.
La actividad del cuerpo se
desarrolla en el campo de las transformaciones propias de niños y niñas. El niño descubre su cuerpo por experiencias,
desplazamientos, vivencias y descubrimientos propios que hacen con su cuerpo,
más tarde en el curso de la maduración descubren los objetos exteriores y
fragmentos de su cuerpo. Adquieren su propia autonomía cuando han asimilado y
comprendido la naturaleza de lo que poseen entonces niños y niñas se
convierten en experimentadores de su cuerpo y viven sus propias experiencias.
El cuerpo se halla situado en un
espacio y en un tiempo. Al principio se halla dentro de límites espaciales
debido a su desarrollo cronológico. Más tarde cuando el cuerpo adquiere la
libertad de movimiento podrá conquistar su espacio y escapar del tiempo
circadiano al que estaba sujeto.
La aprensión del espacio y la
conciencia del cuerpo no son funciones aisladas, abstractas o yuxtapuestas, se
interrelacionan recíprocamente, representan posibilidades de acción propia y
medios para conocer el mundo que rodea a los niños. La dinámica del cuerpo en
acción no puede realizarse sino en el
espacio y hasta cierto punto el espacio no representa nada sin un cuerpo que actué en él. La acción no es
una simple actividad motriz, sino que representa un círculo
sensitivo-sensorio-motor y en el transcurso de su desarrollo toda actividad
está dirigida hacia un fin y un espacio orientado en relación con su cuerpo.
Desde una edad muy temprana el niño vive inmerso en un espacio - tiempo
especial caracterizado por las necesidades biológicas del cuerpo y cierta
cronología.
El cuerpo es una totalidad en la
que pueden aislarse distintos componentes cuyos campos de acción son
diferentes: eje, tronco y miembros inferiores por una parte y miembros
superiores por otra, poseen además orificios que reciben y expulsan.
El niño vivencia su cuerpo como una
totalidad difusa y difuminada pasando de una fase de confusión con el
otro, en la que se siente en y con el
otro a otra fase en la que vive el cuerpo del otro con sus propios
desplazamientos y movimientos y el suyo propio como si fueran ambos el mismo.
El cuerpo durante largo tiempo es a la vez receptor y receptible, espectador y
actor, uno mismo y actor a merced de una transitividad de las leyes de los
mecanismos de proyección e introyección.
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