Vergüenza, pena, titubeos y hasta
inseguridades sucede en niños o una niñas cuando le pides hablar en público
sobre todo ahora que ha entrado en una edad escolar. Después de los ocho años
los niños toman conciencia de ellos y el mundo que los rodea en especial si se
trata de hablar en público, en clases, en familia o en eventos pero que ha
sucedido porque ahora los niños se muestran inhibidos si a los tres años eran parlanchines
e incluso en el preescolar hablaban y hablaban tanto que uno no los podía callar…
pues sucede que los niños están entrando al mundo de los adultos, han
descubierto la poderosa línea entre el ser niño y el ser adulto, sobre todo saben
de las exigencia adultas, han descubierto que si hablan ponen en riesgo
su intimidad, ponen al descubierto sus debilidades e incluso descubrieron que muchas veces el solo hablar les trajo
consecuencias desagradables. Y lo más curioso es que mama o papa ansían que su hijo o hija hablen con ellos, les cuenten lo que les pasa, darían lo que
fuera por ser sus confidentes pero nada resulta y nada funciona porque los
niños saben que los padres escudriñan, corrigen, regañan o castigan y
bajo estas conductas adultas pues a que niño le quedan ganas de llevarse con sus padres y esto se agudiza cuando los expones hablar en público; el
cerebro del niño desea salir corriendo pues sabe que un adulto
representa peligro, quizá me leas exagerada pero así es, tan solo voltea a
mirar a tu hijo o hija cuando habla con un adulto y observa cómo reacciona; ¿cómo
es? ¿cuánta confianza o seguridad posee? los niños han descubierto a los
adultos saben que somos un peligro para ellos por ello se inician a integrar a pequeños grupos de amigos o amigas entrañables, amigos que no cuestionan,
escudriñan o regañan entonces me pregunto; ¿no sería mejor que nosotros fuésemos los
amigos de nuestros hijos dejando de ser padres regañones, escudriñadores o
castigadores y darnos la oportunidad de vivir en armonía con nuestros hijos,
acaso no es posible eso? Si no es posible entonces sugiero que jamás entres en
angustia porque tu hija o hijo no te tiene confianza, mucho menos
trates de hablar con ellos o hacerlos hablar porque solo enmarañas la relación.
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