Cada que iniciamos un año nuevo
llegamos cargados de energía, intensiones y promesas. Damos por hecho que ahora
si vamos a tomar las riendas de tremenda responsabilidad, prometiéndonos una y
otra vez ser mejores padres con nuestros hijos. Prometiéndonos que aprenderemos a escucharlos o bien que seremos más tolerante con ellos y hasta les cumpliremos las promesas rotas.
Toda una sarta de pensamientos nos asaltan pues la prioridad es ser un
mejor padre o una excelente madre. Uno se siente animado y hasta preparado
porque ahora si estamos listos para enfrentar lo que venga, pero tristemente no
es así, y no es porque pretenda ser aguafiestas o negativa, no. La realidad es
que iniciaste tus motivaciones desde el exterior, atendiendo motivos externos y
me atrevo a confirmarlo porque lo he mirado una y otra vez cuando de consultar a
familias se trata, familias que terminan frustradas pues ya no saben qué hacer
con sus hijos cuando los problemas los asaltan sin aviso alguno y por más cambios o intentos que hagan por ser mejores padres al
final terminan en crisis, frustrados porque sus propósitos no se cristalizaron,
ese es el motivo del porque tal aseveración. Pero veámoslo desde otro enfoque; la
crianza de tus hijos es todo un despliegue de imprevistos llámesele económicos,
emocionales, educativos o culturales y ni tu ni ellos están preparados para adivinarlos, mucho menos controlarlos. Ser un mejor un padre o una excelente madre dependerá en gran medida de la capacidad que poseas para saber enfrentar las turbulencias de la crianza pues si fincas tus propósitos en factores endebles o del exterior caerá por la borda toda buena intención que te propongas. Las buenas intensiones para ser mejor padre o una
excelente madre deberán ir mas allá de un propósito, pues un propósito solo es un deseo y los deseos caen fácilmente, cuando no se esta preparado para enfrentar imprevistos dejándote una tremenda frustración pues te afianzaste en intangibles pasajeros. Quizá siempre ha sido así, solo retorna un poco al
pasado y recuérdate hace cinco o diez años cuando realizabas tus propósitos de
año nuevo, recordaras como al final del año el ciclo volvía a repetirse o quizá
me equivoque y seas de las personas que al cierre de año estas invadida de
excelentes logros internos.
Ser un mejor padre o una mejor
madre no requiere de buenos propósitos o intensiones va más allá de lo
exterior, demanda entereza para enfrentar un sinfín de responsabilidades que te
invadirán de la noche a la mañana durante la crianza de los hijos. Te exigirá
estar alerta para contribuir con ellos a lo largo de su desarrollo. Te demanda
absoluta sabiduría para saber qué hacer cuando todo se torne gris. Te exigirá de una economía tangible para el sustento diario y antes estas realidades uno no puede quedarse
esperanzado en buenos deseos o propósitos. Ser un mejor padre o una excelente madre se finca en la solidez para responder a la responsabilidad de la crianza,
crianza que resultara cambiante segundo a segundo y será la valía que te habita la
única que te garantizara el como enfrentar todo tipo cambio o imprevisto que surja
en el camino de la crianza a eso le llamo; ser un
excelente padre o madre.
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