Gritar a los hijos es resultado de la
frustración, la ansiedad o una forma de relacionarse con ellos. Cuando eras
niño o niña si escuchabas a mama o papa
gritar pues aprendías a gritar o simplemente era el ambiente que vivías. Aun
cuando el origen de los gritos sea diverso o se aborden desde diferentes
perspectivas lo real es que cuando un padre o una madre se relaciona con sus
hijos a gritos está generando desestabilidad tanto en su comunicación, como en el estado emocional de los niños. Al final los gritos son el resultado de una
comunicación deteriorada, de la ira o simplemente porque piensas que así educas mejor
a tus hijos, pero ambas situaciones solo generan desajustes emocionales en el
niño como:
Desprecio o minusvalía. Un niño que crece a la sombra de los gritos termina
siendo un adulto con grandes dificultades para relacionarse pues se sentirá
despreciado, falto de valía o confianza.
Agresividad. Un niño que convive con los gritos aprenderá autodefenderse replicando el mismo patrón y a futuro observaras a un adulto irritable o agresivo.
Agresividad. Un niño que convive con los gritos aprenderá autodefenderse replicando el mismo patrón y a futuro observaras a un adulto irritable o agresivo.
Conductas inapropiadas. Los gritos terminan despertando en el pequeño conductas inapropiadas como manipular
a los padres, mal carácter, pega a otros, se relaciona empleando la fuerza, autoritario
o prepotente.
Desobediencia. Los gritos solo abren el dique de la desobediencia, la
mentira o el chantaje
Inseguridad. Los gritos dejan a un niño temblando de inseguridad, su piel denota temor, titubeos o miedo .
Autoestima baja. Un niño que recibe gritos, es un niño con autoestima baja.
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