Los niños no necesitan condicionamientos. Hay que ayudarles a ser ellos mismos, a ser
apoyados, alimentados, fortalecidos, a mirar la vida en todo su esplendor. Un verdadero padre, una verdadera madre,
unos verdaderos padres serán una bendición para el niño. El niño se sentirá seguro y confiado con ellos, y sera su andamiaje para enraizarse en su
naturaleza, para afianzarse, para centrarse; de este modo, empezará a amarse a
sí mismo, empezara a respetarse.
Recuerda, a menos que una persona se ame a sí misma, sera capaz de dar amor; a menos que un niño se respete a sí mismo, sabrá respetar a los demás. Cuando nace en tu interior el
amor por ti mismo, éste irradia en los demás. Primero tendrás que ser una
luz para ti misma, entonces tu luz se extenderá y alcanzará a los demás, alcanzara a tus hijos.
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