Las diferencias que saltan a la
vista respecto a los diversos grados de madurez entre los niños se deben en
particular a su evolución madurativa, pero también es cierto que esta evolución
alcanza mayores logros a partir de la estimulación que recibe un niño sea
visual, táctil, auditiva o social desencadenadores que jugaran un papel vital a
lo largo de su vida.
A partir de que el niño nace
necesita de estímulos, si los estímulos externos no existen o son
insuficientes, la corteza cerebral del niño se detiene, entonces empezamos a
mirar a un niño que no avanza en su desarrollo sea motriz, de lenguaje o
cognitivo. Pero también es vital resaltar que los estímulos negativos que
llegan a presentarse durante su desarrollo pueden dar lugar a comportamientos inadecuados.
Los estímulos son requisitos
primarios y son bien recibidos a partir de que nace el niño, momentos de una
gran incorporación de aprendizajes a la corteza cerebral y poseedor de una
amplísima sensibilidad lo cual facilita el estimular adecuadamente tanto su
pensamiento como sus emociones.
Podemos deducir que, si bien es
deseable que los estímulos sean múltiples y variados, lo importante es que se
den dentro de una atmosfera afectiva sin tropiezos entre padres e hijos.
El cómo estimular a un niño
demanda en gran medida de la capacidad creativa de la madre o del padre, pero muy
en especial de su paciencia. El principal inconveniente que enfrentan los
padres al estimular a un niño reside en su capacidad para bajarse al nivel del
niño, no hablo del cómo le hablas, no, hablo de la capacidad de emplear un
lenguaje normal, adecuado y estructuras de pensamiento simples que embonen en una
mente infantil. Poseer la intuición para guiarlo y ser altamente observador
para mirar el interés del niño determinara el grado de éxito para estimular a
tu hijo. Sin embargo generalmente no se estimula al niño, él se inicia por si solo en esta gran hazaña. Cuando el padre o la
madre se percatan de que el niño no habla,
o que sus movimientos no son normales o bien es un niño inhibido es
entonces cuando surge el interés por indagar que sucede, entonces preguntan, se
volcán sobre el niño para obtener una respuesta adulta, inmediata, precisa y
concreta. Ahí se halla el fracaso del porque a una madre o un padre no estimula
a su hijo, porque no espera, desea obtener resultados inmediatos. Cuando este
tipo de conductas se vuelven agobiantes solo se obtienen del pequeño rabietas,
evasiones o llantos terminando ambos frustrados. Estimular al niño demanda,
como ya lo he planteado, salirse de los esquemas de pensamiento adultos
respecto al aprendizaje. Permitir que el desarrollo del niño siga su propio curso
y estimularlo en los momentos propicios de la vida cotidiana, elementos que bastaran
para participar activamente en la educación de tu hijo.
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