lunes, 13 de enero de 2014

La enseñanza de las matemáticas

La enseñanza de las matemáticas generalmente ha planteado una categorización de  los alumnos respecto al aprendizaje de estos conceptos. Por un lado cataloga a los menos dotados de inteligencia para las matemáticas, por otro lado a los inteligentes en esta disciplina, incluso aquellos niños que dan prueba de una inteligencia superior para comprender las matemáticas pero fracasan en su aprendizaje, incluso se llega a pensar que tal fracaso escolar se debe a las “aptitudes” del niño para aprender las matemáticas, situación que es totalmente errónea. Si profundizamos respecto al origen y la relación directa de este concepto con las estructuras del pensamiento, el término “aptitud” queda obsoleto respecto al aprendizaje de las matemáticas, el termino aptitud tiene que ver con la habilidad, con la intuición es decir con el hemisferio cerebral derecho, no con el izquierdo el cual demanda la lógica, así que “aptitud” nada tiene que ver con el aprendizaje de conceptos lógicos por lo que no viene al caso relacionarlo. El factor primordial de la enseñanza de las matemáticas reside en la madurez cognitiva del niño, en la asimilación y acomodación de conceptos lógicos. En el cómo se va apropiando de hechos y acciones, en como enfrenta conflictos cognitivos que van surgiendo durante su desarrollo. En concreto hago referencia de las estructuras del pensamiento que se inician a gestar a partir de los 3 años y llegara al aprendizaje de las matemáticas entre los 6 y 8 años situación que lo llevara a valerse de los recursos aprendidos durante su primera infancia para enfrentar un nuevo aprendizaje.
Las matemáticas resultan ser un aprendizaje de lógica, más allá de la memorización y cuando un niño enfrenta esta falta de comprensión aflora un sometimiento emocional en su pequeño espíritu. Como lo dije anteriormente la correcta enseñanza de las matemáticas invita a una reflexión acerca de las estructuras cognitivas, estructuras que surgen a partir de un lenguaje que implica un simbolismo muy particular el cual le exige un grado alto de abstracción. Siendo una disciplina deductiva, su enseñanza exige una secuencia en su aprendizaje de tal forma que si un niño que fracasa constantemente en un punto que no comprende, la continuidad de este encadenamiento de conceptos acabara por bloquear toda iniciativa e incluso el niño acabara por dudar cada vez más de sí mismo. Situación que bien podría ser diferente, si se atienden oportunamente las estructuras del pensamiento a temprana edad generando en el niño confianza para aclarar oportunamente cualquier conflicto cognitivo. 

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