La enseñanza de las matemáticas generalmente ha
planteado una categorización de los alumnos
respecto al aprendizaje de estos conceptos. Por un lado cataloga a los menos
dotados de inteligencia para las matemáticas, por otro lado a los inteligentes
en esta disciplina, incluso aquellos niños que dan prueba de una inteligencia
superior para comprender las matemáticas pero fracasan en su aprendizaje,
incluso se llega a pensar que tal fracaso escolar se debe a las “aptitudes” del
niño para aprender las matemáticas, situación que es totalmente errónea. Si
profundizamos respecto al origen y la relación directa de este concepto con las
estructuras del pensamiento, el término “aptitud” queda obsoleto respecto al
aprendizaje de las matemáticas, el termino aptitud tiene que ver con la habilidad,
con la intuición es decir con el hemisferio cerebral derecho, no con el
izquierdo el cual demanda la lógica, así que “aptitud” nada tiene que ver con
el aprendizaje de conceptos lógicos por lo que no viene al caso relacionarlo. El
factor primordial de la enseñanza de las matemáticas reside en la madurez
cognitiva del niño, en la asimilación y acomodación de conceptos lógicos. En el
cómo se va apropiando de hechos y acciones, en como enfrenta conflictos
cognitivos que van surgiendo durante su desarrollo. En concreto hago referencia
de las estructuras del pensamiento que se inician a gestar a partir de los 3
años y llegara al aprendizaje de las matemáticas entre los 6 y 8 años situación
que lo llevara a valerse de los recursos aprendidos durante su primera infancia
para enfrentar un nuevo aprendizaje.
Las matemáticas resultan ser un aprendizaje de
lógica, más allá de la memorización y cuando un niño enfrenta esta falta de
comprensión aflora un sometimiento emocional en su pequeño espíritu. Como lo
dije anteriormente la correcta enseñanza de las matemáticas invita a una reflexión
acerca de las estructuras cognitivas, estructuras que surgen a partir de un
lenguaje que implica un simbolismo muy particular el cual le exige un grado
alto de abstracción. Siendo una disciplina deductiva, su enseñanza exige una
secuencia en su aprendizaje de tal forma que si un niño que fracasa
constantemente en un punto que no comprende, la continuidad de este encadenamiento
de conceptos acabara por bloquear toda iniciativa e incluso el niño acabara por
dudar cada vez más de sí mismo. Situación que bien podría ser diferente, si se atienden
oportunamente las estructuras del pensamiento a temprana edad generando en el
niño confianza para aclarar oportunamente cualquier conflicto cognitivo.
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