lunes, 27 de enero de 2014

El juego

El juego en el niño definitivamente tiene un valor universal, pero su valor social es mucho menor, comparado con todo el bagaje de aprendizajes que adquiere el niño al imbuirse en cualquier tipo de juego. Por ello sugiero no mirar al juego como una descarga de energía pasajera, o un mantener ocupado al niño, no,  mira al juego como el momento ideal en el que; tu pequeñito está experimentando por el mismo, generando energía intrínseca única, reproduce implicaciones culturales, prefigura la futura actividad adulta, elabora preejercicios mentales, se inicia a conocer las reglas, lo prepara para sus futuros roles, estos solo son algunos supuestos que el niño nos deja entrever en un juego que surge en cualquier instante de su vida.
Piaget nos comparte tres grandes divisiones del juego en el niño el cual prepara sus primeras estructuras mentales, es decir su pensamiento.
Juegos sin especial carácter lúdico, “de ejercicio” en los que el niño hace cualquier cosa simplemente por gusto. Es el juego que se inicia a mirar en un recién nacido.
Juegos a los que añade elementos estructurales; “el símbolo y la ficción”, o la capacidad de representar una serie de realidades, ausentes y no dadas en el momento. Juegos que puedes observar en un niño al imitar al doctor, al dentista, al bombero, mama o papa.
Y por ultimo los juegos con reglas tradicionales trasmitidas de generación en generación y que se han convertido en grandes instituciones de socialización.
Los tres tipos de juegos tienen diferentes curvas de evolución. El juego como ejercicio crece en importancia durante los primeros meses, tiene su apogeo durante los dos o tres primeros años y progresivamente va declinando. El niño juega según su grado de madurez, sus posibilidades cognitivas y su adaptación a la sociedad. El niño expresa sus posibilidades a través del juego y a través del juego se halla a sí mismo y a los demás. 

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