—¿Y si nos equivocamos? —preguntan a menudo los padres, perplejos,
temerosos, cuando se los invita a ser padres
con el adolescente.
Esa interrogante parecería justificar la parálisis de muchos que
persisten en el miedo a los hijos. Se escudan finamente detrás de esa reflexión
sutil:
—¿Y si nos equivocamos? —Así dicen y con ello creen que el tema concluye,
y que cada cual se va por su lado.
Mi respuesta:
—También para eso estamos, colegas padres, madres, para equivocarnos. Y no es una eventualidad
correspondiente al ser padre o madre, sino que es la savia elemental de la vida
humana. Vivir es acertar a veces y equivocarse otras. No habría divorcios de
parejas si no hubiera gente que se equivocó. Y no obstante no podían saberlo
antes de equivocarse.
Otros tal vez se casaron con incertidumbres, con miedos, y luego
resultó ser que no se equivocaron, y viven juntos hasta el final de sus días.
Como seres humanos, como padres, no nos queda otra opción que actuar.
Claro que no a tontas y locas actuaciones, sino con saber, con reflexión, y
sobre todo con autenticidad.
Un padre que se equivoca frente a sus hijos, lo hace desde su más
íntima convicción, lejos de obtener repulsa, será amado y respetado por sus
hijos.
La perpetua caricia —¡ahí no se equivoque!— no engendra perpetuo
amor.
La autoridad funciona de persona a persona. Es diálogo, es
confrontación, es libertad de los interlocutores, de cada uno, y cada uno
decide lo suyo.
El autoritarismo es lo menos deseado, por cierto. Pero en el miedo al
autoritarismo hay padres que se paralizan y no se atreven a intervenir en la
vida de los hijos cuando éstos corren peligros de diversa índole, sobre todo
los peligros morales y psíquicos, peligros de la evolución en cuanto persona.
Una mala compañía es un peligro para tu hijo, el adolescente. Es tu
deber intervenir. Procura dialogar, no castigar. Pero no te quedes de brazos
cruzados, mirando el panorama desde el puente, pensando:
—Es su vida, es libre, es su elección...
Eso no es respetarlo, es dejarlo solo, abandonado.
El amor interviene, procura modificar rumbos que considera erróneos,
grita, protesta, exige. Somos recíprocamente responsables
los unos por los otros. Ese es el sentido básico, elemental, del amor.
Para eso estamos los padres. O si no, ¿para qué estamos
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejarme tus comentarios