Tierra y cielo. Límites y alas. Fantasía, ilusión,
sueño. Todo ello es el hombre, y sobre todo fantasía. Demarcar el camino, sí,
pero no constituirlo, no atiborrarlo con cosas, con prefabricaciones de la
sociedad de consumo.
Dejarle crecer, al hijo, sus propias alas. Ponerle
límites, y sobre todo ponerse —yo, tú, nosotros los padres— límites.
Alguna vez, a los cuatro o cinco años estuve subido sobre un enorme caballo de juguete, de esos que estaban montados sobre
dos maderas arqueadas que permitían mecerse, como si uno estuviera cabalgando.
Pero ese no era mi caballo, no. Ese me lo prestó un
amigo de mi prima Amalia, que entonces era una señorita y me llevaba con ella
cuando iba a visitar a sus amigos, pretendientes y novios, nunca supe
exactamente por qué. El hecho es que tenía un amigo que yo llamaba el tío
Marcos, y que era el dueño de una juguetería donde Amalia, mi prima, trabajaba.
En mis visitas, por tanto, disfrutaba de ese mar de juguetes de aquellos
tiempos. Entre ellos, aquel magnífico caballo, casi troyano.
Sin embargo, insisto, mis caballos, y los de mis
hijos y los de tantos otros chicos, no fueron caballos con forma de caballos,
sino palos de escoba sobre los que, entre las piernas, cabalgábamos inflamados
de ansias conquistadoras, de indios, de cosacos.
¡Caballos, sí, eran los de antes, esos palos de
escoba, qué lejos llegaban, qué raudos eran, qué epopeyas protagonizaban!
Creo que ya no hay más de ésos. Creo que
actualmente la sofisticación del mundo del juguete impide que esos corceles de
maravilla existan.
Porque, les digo, el mundo es interior,
y no exterior. El caballo del exterior, el de madera, el de plástico, de película,
anula el del interior, el de la imaginación, el del alma.
El error capital de los padres actuales es no
conocer esa nimia ley de la psicología humana: el niño juega únicamente con
sus fantasías. Los juguetes hechos y armados son inútiles.
Como dice Ernst Gombrich:
"La niña rechaza una muñeca perfectamente
naturalista a favor de algún monigote monstruosamente abstracto, un trapo, un
ovillo de lana. Esas son las mejores muñecas, las más profundas, las más
queridas, las más privadas."
Jaime Barylko
Excelente !!
ResponderEliminarGracias, saludos
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