lunes, 26 de agosto de 2013

El primer limite

No hay hijos si los padres se borronean.
Tampoco hay juventud si los mayores se disfrazan de menores y además de la apariencia exterior, de piel lisa, de músculos lozanos, de aerobismo diurno y nocturno en recintos de música heavy, además de todo eso se creen real­mente idénticos a sus hijos.
Vivir es vivir entre límites, en algún encuadre, entre horizontes. Dentro de ese espacio germina y se desarrolla la libertad.
Interpretamos mal: creíamos que la libertad se da. No es cierto: la libertad no se da, la libertad se toma, se gana, se conquista, se logra, se esculpe, abatiendo esclavitu­des, confrontándose con límites, aceptando unos, recha­zando otros, pero usándolos como referentes en el camino.
Además la libertad es un medio, no un fin. Ahí la tie­nes, para hacer algo con ella, algo que tú elijas.
¿Y cómo se elige? Se elige entre opciones. Las opciones son los límites dentro de los cuales la libertad adquiere sentido, al rechazar unos y adoptar otros.
Es libre el que elige un proyecto de vida.
En consecuencia, hablemos claro: Somos, hijo mío, dis­tintos y distantes en el tiempo, y ése es el primer límite de nuestra coexistencia, de tu educación, y no me digas que no te entiendo, porque la verdad es que tampoco me entien­des, y la otra verdad es que no tengo por qué imponerme un entendimiento que no me corresponde, y más aún: no estamos aquí para entendernos y no me aterra ni me da culpa el no entenderte.

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