Los grandes cambios que asoman en el cuerpo del adolescente y en su
conciencia generalmente tienden a coexistir alternadamente; por un lado recibe
con simpatía sus propios cambios en el cuerpo y por otro lado un turbador
sentimiento de extrañeza desestabiliza sus emociones. Es decir el carácter del adolescente suele tornarse lo mismo a la
pena que a la alegría, capaz de pasar rápidamente de la confianza, al completo
pesimismo. Esta inestabilidad de humor es parte de su naturaleza como
consecuencia de la gran actividad hormonal que está gestándose en su cuerpo. El
adolescente se encuentra propenso a las alegrías y a las tristezas como
consecuencia de los cambios que presenta su propio organismo. Y estos cambios
propician la angustia al surgir en su vida la expectativa agradable o desagradable
de lo que le espera, o del futuro. Su mente solo gira en torno a su futuro, y
su incapacidad por no descifrarlo le genera angustia. Angustia que suele ser pasajera cuando su vida
se torna estable, bajo una personalidad perfectamente integrada y coordinada.
Es decir sus practicas, creencias y estilos de vida dan el soporte emocional al
chico para ir resolviendo gradualmente aquello que no es capaz de explicarse,
o simplemente la expectativa de lo que vendrá tiende a ser apaciguado por la
confianza y seguridad que recibe de la familia. Bajo estas condiciones la
angustia en el chico suele ser pasajera y se ira disolviendo en la medida que
la madurez emocional tome su cauce normal en el joven.
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