Siempre que corrijas a alguien, sé muy meditativo,
sé muy silencioso; mira todo el asunto desde todas las perspectivas. Tal vez
estén haciendo lo correcto, y tu recelo no sea justificado.
Por eso cuando digo: «No juzgues», quiero decir que
ninguna acción te da el derecho de condenar a una persona. Si la acción no es
correcta, ayuda a la persona, averigua por qué la acción no es correcta, pero
no se trata de juzgar. No le arrebates la dignidad a la persona, no la
humilles, no le hagas sentirse culpable; a eso me refiero cuando digo: «No
juzgues.»
Nunca, ni por un momento, dejes que la persona se
sienta que está siendo juzgada. Al contrario, hazle sentir que ha sido amada;
has intentado corregirle por amor.
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