Observa
a un niño… cuando le obligas a estar callado, su silencio es del primer tipo,
es forzado, obligado. No se está moviendo; puede que hayas conseguido que ni
siquiera mueva el cuerpo, que tenga cerrados los ojos. Pero ¿qué está haciendo?
Forzándose, luchando consigo mismo; realiza un esfuerzo constante. Se está
empujando hacia abajo, sentándose en su propio pecho. No será capaz ni de respirar,
porque está asustado… Si respira el miedo surge de inmediato, pues teme que mama o papa se enojen.
Por
eso nadie respira en realidad. Has perdido la capacidad de respirar, desde la
infancia, cuando te forzaron. Todo el mundo respira sólo con la parte alta de
los pulmones. La respiración no puede ir hasta el fondo, tocar el vientre,
inflar el estómago y llegar armoniosamente a los pulmones porque tienes
miedo, porque te has acostumbrado, te han forzado, el aire se queda en el
pecho. Y el aire a nivel del pecho intoxica, se repliega, se entrecorta. Desde
infancia te han forzado a dejarlo ahí. Y cuando te invitan a perderte en el
silencio eterno, profundo, meditativo, iluminador….simplemente la mente se ha
adueñado de ti; parlanchina, luchando contigo para mantenerte en el silencio
del primer tipo.
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