El propietario de
una granja de pollos quería que su hijo se comportara mejor, por eso diseñó una
lección práctica.
‑¿Ves, hijo mío? A
los pollos que fueron malos se los comió el zorro.
‑Y si hubieran
sido buenos, ¿nos los hubiéramos comido nosotros? ‑replicó el hijo.
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