Los iguales se
definen como aquellos adolescentes que están en una posición social semejante,
lo saben o lo asumen implícitamente, y esto les permite ser conscientes por un
lado de su asimetría respecto de algunos y, por otro, de su simetría social
respecto al grupo de amigos. Es la la ley no escrita de los iguales.
Es la reciprocidad de:
no hagas conmigo, lo que no desees que yo haga contigo, no me hables como no
quieres que yo te hable, no me trates como no quieres que yo te trate, ó dicho
en positivo: sé amable conmigo si quieres que yo lo sea contigo, sé correcto
conmigo y yo lo seré contigo, quiéreme y te querré, salúdame y te saludaré, trata
mis cosas con respeto y yo haré lo mismo con las tuyas.
Afortunadamente los
chicos/as aprenden desde muy pequeños esta ley de la reciprocidad social. A
partir de los primeros fracasos, cuando en el preescolar comprobaron que el
hecho de que ellos prefirieran el juguete de su amigo no les daba ninguna
garantía de que lo llegaran a obtener, se abría en sus vidas sociales un camino duro pero clarificador sobre lo que se podía y no se podía esperar de los iguales. Muy
pronto, las cosas quedaban muy claras. Se trataba de comportarse con el otro de la
misma forma como el deseaba ser tratado. A menos que el adolescente no sea consiente de sus propios limites y alcances no llegara a tratar a los demás como sus iguales. Entonces surgirá la violencia y el fracaso en la relación de iguales.
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