La
segunda infancia es mucho más valiosa e importante que la primera. En la
primera, la inocencia se debe a la pureza de la mente, aun no ha sido invadida
de pensamientos, y es algo natural que le sucede a toda infancia. La segunda
infancia es tu triunfo más grande; no le sucede a todo el mundo. La segunda
infancia te hace inocente sin ignorancia, la segunda infancia llega a través
de todo tipo de experiencias, de conocimientos. Es desarrollada, centrada.
Madura.
Y
es sentirse bendecido por esta experiencia. La segunda infancia es exactamente
el significado existencial de la meditación, y a partir de ahí es el gran
peregrinaje de regresar a casa, a esa casa que nunca has dejado realmente, que
es imposible abandonar, porque eres tú. Dondequiera que vayas, te encontrarás
allí.
Sólo
hay un ser esencial en ti que estará contigo en cualquier lugar, sin ninguna
condición. Incluso si estás en el infierno, no importa, estará contigo; si
estás en el cielo no importa. Estará contigo.
Encontrar
el centro esencial de tu ser es, por una parte, total inocencia, y por la otra
es la sabiduría más grande que nunca ha existido sobre la tierra.
Tu
cuerpo puede que envejezca, pero si tú estás aprendiendo los modos de ser
silencioso, pacífico, meditativo y amoroso, no envejecerás. Permanecerás tan
joven y tan fresco como las primeras gotas del rocío brillando en la belleza
del amanecer, mucho más valiosas que ninguna perla.
Deberías
estar contento y disfrutar de tu infancia. Esto es lo que Jesús quería decir
cuando repetía una y otra vez: «A menos que volváis a nacer... » Significa que
primero tienes que morir y entonces resucitar, Lo que está diciendo es: a
menos que mueras en este momento a la personalidad y emerjas como una inocente
individualidad, sin marcas, sin contaminación. Será tu renacimiento, será tu
resurrección.
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