El
aprendizaje sólo sucede cuando hay espacio. El niño tiene ese espacio, esa
inocencia. La belleza del niño consiste en que funciona desde un estado de no
saber, y ese es el secreto fundamental del aprender: funcionar desde un espacio
de no saber.
Fíjate,
mira, observa, pero nunca te hagas una conclusión. Si ya has llegado a una
conclusión, el aprendizaje se detiene. Nunca funciones desde respuestas prefabricadas.
Todo
lo que has conocido tiene que ser descartado en favor del aprendizaje. Entonces
seguirás creciendo, entonces no existe un final para el crecimiento. Entonces
la persona sigue siendo como un niño, inocente, lleno de asombro y admiración
hasta el final. Sigue aprendiendo incluso cuando se está muriendo. Aprende de
la vida, aprende de la muerte. Y la persona que ha aprendido de la vida y que
ha aprendido de la muerte va más allá de ambas; entra en lo trascendental.
El
aprender es receptividad, el aprender es vulnerabilidad. El aprender es
apertura, apertura sin fin.
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