No solo la inteligencia y el pensamiento son
transformaciones que se van dando en la vida del niño. La vida afectiva
repercute con tanta profundidad que viene
a ser equiparable al resto de las transformaciones que va enfrentando.
Durante su desarrollo no existen actos puramente intelectuales. Intervienen las
emociones y toda la gama de sentimientos que rodean al niño. En concreto
existen dos espíritus que se entremezclan y sintonizan a la vez: inteligencia y afectividad.
Así surgen en el niño tres tipos de sentimientos
que se irán desarrollando a la par que su inteligencia: afectos, simpatías y antipatías y por supuesto que surgen de
la vida familiar y social
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