Cuando
permites que el niño aflore sus sentimientos como el llanto, la ira, y hasta
las rabietas pasajeras, estarás permitiéndole familiarizarse con todo tipo de
emociones.
Si
observas todo el mundo parece infantil porque no se le ha permitido vivir su
infancia. Por eso un hombre de cuarenta, cincuenta o hasta de setenta años
puede tener una rabieta. Basta que le moleste una nimiedad y puede volverse muy
infantil. Un pequeño shock, alguna tristeza, y no será capaz de soportarlo. No
se le ha permitido vivir la juventud; esa juventud no vivida sigue
prologándose.
Ten
siempre en cuenta, como una regla básica: terminamos
con aquello que vivimos; aquello que
no vivimos persiste, quiere ser vivido. Hay cosas que están bien en la
infancia. Esas mismas cosas pueden ser muy peligrosas cuando la infancia se
haya desvanecido. Por ejemplo, si un niño
grita puede ser entendido, si chilla puede ser entendido, pero cuando
tenga cuarenta o cincuenta y grite o chille será difícil que le entiendan; entonces
él mismo se sentirá avergonzado.
Déjale,
no tengas miedo. Tu miedo proviene de la represión; él no es la causa. Tú has
sido reprimido; nunca te permitieron hacer esas cosas que él hace. En el fondo,
debes de sentirte un poco celoso y tienes miedo de que algo pudiera ir mal. Te
han enseñado que está mal hacer esas cosas.
Déjale.
Con esto crecerá y dejará atrás su infancia. Cuando madure, habrá madurado de
verdad. Nunca necesitará algo parecido a una terapia, a una gestalt o a un
psicoanalisis. Él lo ha vivido todo, y cuando puedes vivir de verdad TODO
llegas hasta el fondo.
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