La esposa de un predicador, mientras compraba, vio este
anuncio en la carnicería: «Maldito jamón rebajado.» Un poco molesta por el
nombre, confrontó al carnicero sobre el uso de una expresión tan profana y tan
burda, pero se tranquilizó cuando éste le explicó que era una nueva raza de
cerdos que se estaban criando. Ella decidió llevarse un poco a casa y
preparárselo esa noche a su familia.
Cuando su marido llegó a casa, ella estaba cocinando y él le
preguntó:
‑¿Qué hay de cenar?
‑Maldito jamón ‑respondió ella.
El predicador, que nunca había escuchado este lenguaje en su
casa, empezó a reprochárselo, pero cuando ella se lo explicó se sintió un poco
avergonzado por dudar de su esposa.
Esa noche, al sentarse a la mesa para cenar con su hijo de quince
años, el sacerdote bendijo la mesa y luego pidió:
‑Pásame el maldito jamón, por favor.
El adolescente miró hacia arriba, sus ojos se agrandaron, y
dijo:
‑Así se habla, papá. ¡Pásame a mí las jodidas patatas!
La inconsciencia de la comunicación tiene infinidad de
trampas….y cuando esta llega a ser tan rígida o apabullante una trivialidad de
la vida es capaz de fluir con toda naturalidad. Con ello te quiero decir que
todo lo que intentas reprimir en tu adolescente siempre buscara cauces de salida.
Así que solo abre tu mente y tu entendimiento para acercarte al nuevo lenguaje
de un joven que se enfrenta a la evolución de las nuevas generaciones. Y no
digo que debas aceptarlo. Aceptar dista mucho de relajarte y mirar como fluye
el nuevo lenguaje en la vida de tu adolescente guiándole al cauce normal del
lenguaje familiar. Así que no te compliques la vida y solo permite que la
confianza de tu hijo aterrice en tus oídos para que llegado el momento se
acerque a ti para valorar las apreciaciones del lenguaje.
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