En las generaciones pasadas las madres solían pensar que
estaban haciendo un gran sacrificio por sus hijos. Siempre estaban demostrando
que hacían esto y aquello, para demostrar a sus hijos que todo lo hacían por
ellos y por amor. Eso fue perjudicial, porque el amor no tiene que ser una obligación
y mucho menos mostrarlo como ejemplo. Amas porque te sientes feliz. Amas porque
eres como un rocio que envuelve cada pétalo de tus hijos. Y al fluirlo lo haces porque brota
naturalmente.
La antigua generación siempre esperaba que el niño estuviese
agradecido con la madre, y cuando se daban cuenta de que no lo estaba, se
sentían muy frustrados.
Ahora estamos en el otro extremo, los niños llegan a tomar el
control de los padres.
Sé natural, estos extremos no son buenos. En el pasado los hijos
solían tener miedo de los padres, ahora los padres tienen miedo de los hijos,
¡el miedo continúa! La rueda se ha movido, pero es el mismo miedo, y una
relación entre padres e hijos sólo puede existir cuando no hay miedo. El amor
sólo es posible cuando no hay miedo.
Y te diré: la relación entre el niño y los padres es tal que
nunca podrá ser perfecta, es imposible. Siempre habrá algún problema.
Solucionas un problema y surge otro, por la misma naturaleza de la relación.
Ama al niño, y deja todo lo demás a la existencia. Tú eres un
ser humano con todas las imperfecciones y limitaciones de un ser humano, y
¿qué le vas a hacer?
El niño te ha escogido para que seas su madre o su padre; no
es sólo tu responsabilidad. El niño también es responsable.
Sola la voluntad humana para actuar con sabiduría te llevara a
equilibrar las relaciones entre padres e hijos.
¡Simplemente, sé natural y feliz! Baila con el niño,
ama al niño, abraza al niño.
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