El niño de tres años se maneja a
si mismo porque ha emergido victorioso de su lucha con lo diametralmente
opuesto. Ya no es tan paradójico, ni tan impredecible como a los dos años y
medio. Ha dominado el poder de juzgar y escoger entre dos alternativas
opuestas. Más aun gusta de hacer elecciones dentro del reino de su experiencia.
Está seguro de sí y emocionalmente se vuelve menos hacia sí mismo. Encara sus
tareas rutinarias con mayor sensatez y no insiste en rituales para protegerse.
Sus relaciones personales son más flexibles. La independencia y la sociabilidad
están bien equilibradas. En consecuencia parece encajar cómodamente dentro de
la cultura. Por el momento todo su sistema de acción se halla en buen
equilibrio. De ahí su buena reputación y aprobación del adulto.
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