viernes, 15 de junio de 2012

la danza de las energias....


Ha habido hombres y ha habido mujeres, pero no ha habido seres humanos.
El hombre solo no será capaz de llegar muy lejos. La mujer sola simplemente será un estan­que de energía sin posibilidad alguna de movi­miento dinámico. Cuando ambos están juntos son complementarios. Ninguno está por encima del otro. Los complementarios jamás están arriba o abajo, son iguales. Juntos conforman un todo, y juntos pueden crear una santidad que no resulta posible para ninguno por separado.
Un hombre, para ser realmente masculino, ha de ser aventurero, creativo, ha de ser capaz de to­car tantas iniciativas en la vida como le sea posi­ble.
El hombre y la mujer, juntos, moviéndose de manera positiva, son un todo. Y la verdadera pa­reja -y hay muy, pocas parejas verdaderas- es una en la que cada uno se ha unido con el otro de una forma positiva.
Si ambas partes son conscientes de un encuentro entre opuestos, de que no hay necesidad de convertirlo en un conflicto, en­tonces es una gran oportunidad para comprender y asimilar el punto de vista totalmente opuesto. De esa manera, la vida de un hombre y de una mujer, juntos, puede convertirse en una hermosa armonía. El enfoque femenino y el enfoque mas­culino son tan distintos que a menos que se lleve a cabo un tremendo esfuerzo consciente para comprenderse como opuestos, no existirá espe­ranza alguna de disfrutar una vida apacible.
Siempre que dos personas se encuentran, se crea un mundo nuevo. Su simple reunión le da vi­da a un nuevo fenómeno, que antes no existía, que nunca había existido. Y a través de ese nuevo fenómeno ambas 'personas' son modificadas y transformadas. Ustedes crean la relación, pero dicha relación también los crea a Ustedes.
Si nuestras relaciones con las personas con­tienen la gran comprensión de que el otro posee una libertad total para seguir siendo lo que es, quizá con cada momento se pueda revelar más y más belleza.
La intimidad con una mujer o con un hombre es mejor que tener muchas relaciones superficia­les. El amor no es una flor de temporada, requie­re años para crecer. Y solo cuando crece va más allá de la biología y empieza a tener algo de lo espiritual en su naturaleza. Estar con muchas mu­jeres o con muchos hombres los mantendrá super­ficiales; quizá satisfechos, pero superficiales; ocupados, desde luego, pero no de un modo que te vaya a ayudar en el crecimiento interior. Una relación de uno a uno, sostenida para comprenderse de manera intima y profunda, aporta un beneficio tremendo.
En un mundo mejor, con personas más amorosas, con un poco más de iluminación en la Tie­rra, la gente amaría, amaría inmensamente, pero su amor seguiría siendo una unión, no una relación, y no digo que ese amor llegará a ser únicamente momentáneo. Existen todas las posibilidades de que ese amor sea más profundo, que posea una cualidad más elevada de intimidad, que tenga más poesía y más de Dios en él. Y existe to­da la posibilidad de que ese amor dure más de lo que llamamos una relación de pareja. Y esto no lo garantiza ni la ley, ni la iglesia, ni los tribunales, ni la policía. La garantía solo se hallara en su interior. La garantía solo brotara de sus corazones imantados por una comunión silenciosa.

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