jueves, 28 de noviembre de 2013

La pinza de los deditos


Seguramente en casa cuentas con una agenda vieja o una libreta que ya no uses, para esta sugerencia propongo que la saques del archivo y la emplees para estimular a tu pequeño. Solo dásela a tu pequeño acompañada de un crayón y él se encargara de resto. La forma más sencilla de estimular la pinza de los dedos en un bebecito es dándole una agenda vieja. Una simpleza de acto deja en tu pequeño incontables aprendizajes: pasar las hojas, romper las hojas, rayar, mirar, todo ello son actos que estimulan la pinza de los dedos, solo cuida que no se lleve los materiales a la boca. 

Futura marcha

Entre los diez meses y el año  de vida, el pequeñito es un explorador incansable, aun no camina pero se arriesga a levantarse por sí solo, trepa, rueda, se levanta...aprovecha tan valiosa exploración para estimularlo, resultara de gran valía para el niño. Para ello sugiero que realices una hilera de obstáculos de diferentes tamaños, sugiero sillitas pequeñas, taburetes, mesitas, bancos, separados por una distancia considerable para invitar al niño a; gatear, levantarse, sostenerse, trepar por supuesto que cuidándolo y apoyándolo en todo momento, será una excelente recurso para fortalecer  y afianzar la futura marcha del niño.

martes, 26 de noviembre de 2013

Boca abajo


Un tendedero de juguetes

Coloca un tendedero de juguetes en la cuna del bebe (máximo 3) procurando cambiarlos constantemente, para atraer su atención. La intención reside en invitarlo a estirarse, levantarse, sostenerse de los barandales y mantener el equilibrio al tomar los juguetes.

Girando la cabecita

Ayúdale al bebe a girar su cabeza para iniciarlo a fortalecer los músculos del cuello. Solo se trata de colocar a un lado del bebecito una cajita musical  con la intención de voltear a mirarla, y cuando finalice la música, vuelve a preparar la cajita musical y colócala al otro lado del bebe. Un solo artefacto colocado estratégicamente cerca del bebe estimula los músculos del cuello y prepara su cabecita para sostenerla.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Las pequeñas hazañas


¿Para que sirven los hermanitos?

Dijo la nena:
"Mis padres a veces quieren salir y quieren que me quede con mi hermanito a cuidarlo. La psicóloga me dijo que hay que respetar los roles."
Tiene razón la nena, de quince años aproximadamente, ojos vivaces, pantalones ajustados y rotos, deshilachados, hablando a mil por hora.
Tiene razón, cada uno en su rol.
Pero pensemos un instante. Sospecho que la madre no le dijo que amamante al nene ni que le lave la ropita y menos que se la planche y seguramente le dejó preparada la mamadera o la papilla.
De modo que no le tocaba cumplir el rol de madre, se le pedía que cumpliera con el rol de hermana mayor. Que para eso son hermanos. ¿O son hermanos únicamente cuando ella quiere jugar con el nene y divertirse con él en momentos de aburrimiento o cuando fallan los ami­gos?
¿Qué es un hermano? ¿Para qué sirve un hermano? Cualquiera que sea la respuesta tendrá que decirse que hermano, hijo, padre, tío, vecino es una relación. No es una situación de uno solo. Uno no puede ser hermano a menos que tenga a otro que sea a su vez su hermano.
Y toda relación es un conjunto de fluencias, confianzas, límites y libertades entre unos y otros, o no es nada.
El tipo de hijo no se elige, como tampoco se elige, por cierto, el tipo de padre. Pero la relación se elige. Cómo me voy a comportar con eso que he engendrado ya es un pro­blema y hay que elegir.
De manera que le dije a la niña:
—No se te pide que seas madre ni que seas padre; se te pide que seas la hermana que eres. Es tu deber
Escuchó la palabra deber y los ojos se le oscurecieron, la boca se le abrió y me miró como a un monstruo, un protodinosaurio.
—¿Deber? Cómo puedes hablar de deber. ¿Qué deber? ¡Eso es quitar la libertad!
Había pronunciado una palabra terrible, imperdona­ble: Deber.
Me olvidé de que no figuraba ya en el diccionario de los seres humanos posmodernos.
—¿Cómo pude haber cometido torpeza tan grande? —me reprochaba.
Sonreí. Pero creo que no me salió la sonrisa pertinente. Le dije:
—Mira, flaca...
Para ponerme a tono, para hacerme amiga de ella, para que me perdonara la vida.
Finalmente me cansé, de mis teatros, de mis miedos, de mis vacilaciones y reflexioné que debería ser consecuente y arriesgar la vida si fuera necesario, pero decirle la verdad, toda la ver­dad o al menos una parte de ella. Y la verdad es que vive en una relación donde se generan compromisos aunque se detesten, la verdad de la convivencia tiene su costo y sus alternativas son limitadas o acepta a cuidar al nene o enfrenta los conflictos con los padres.