Primero, los adolescentes deberían de ser auténticos y
honestos sin importarles las consecuencias. Deberían contarles a sus padres lo
que sienten, no de un modo arrogante, sino con humildad. No deberían ocultar
nada a los padres. Eso es lo que está creando la brecha: los padres les ocultan
cosas a los hijos, los hijos ocultan cosas a los padres y la brecha se va
haciendo cada vez más grande.
Un día fui a mi padre y le dije:
‑Quiero empezar a fumar.
‑¿Qué? ‑me contestó.
‑Me tienes que dar dinero para cigarrillos, porque no quiero
robar ‑le dije‑. Si no me lo das, robaré y tú serás el responsable. Si no me
dejas fumar, fumaré pero lo haré a escondidas. Y me estarás convirtiendo en un
ladrón; me harás ocultar cosas y no ser honesto y abierto. Veo a tanta gente
fumar cigarrillos que quiero probar. Quiero los mejores cigarrillos disponibles
y fumaré el primer cigarrillo delante de ti.
‑Es curioso, pero tu razonamiento es correcto ‑dijo él‑. Si te
lo impido, robarás. Si te lo prohíbo, fumarás de todas maneras, y mi
prohibición sólo provocará en ti más actos delictivos. Me duele. No quiero que
empieces a fumar.
‑Esa no es la pregunta ‑le dije‑. Al ver a la gente fumando ha
surgido en mí el deseo. Quiero comprobar si vale la pena o no. Si vale la pena,
me tendrás que proporcionar cigarrillos constantemente. Si no vale la pena,
habré terminado con ello. Pero no quiero hacer nada hasta que tú te niegues;
entonces toda la responsabilidad será tuya, porque no me quiero sentir
culpable.
A regañadientes tuvo que comprarme los mejores cigarrillos
disponibles en la ciudad. Mis tíos, mi abuelo decían:
‑¿Qué estás haciendo? Esto no se hace ‑insistieron...
Pero él les dijo:
‑Ya sé que esto no se hace, pero ustedes no le conocen tanto
como yo. Va ha hacer exactamente lo que está diciendo, y yo respeto su
autenticidad, su honestidad. Me ha explicado su plan:
‑No me obligues y no me lo prohíbas, porque eso me hará sentirme
culpable.
Me fumé el cigarrillo, tosí, me cayeron lágrimas de los ojos;
no pude acabar ni siquiera un cigarrillo y lo dejé. Le dije a mi padre:
‑Se acabó. Ya no necesitas preocuparte. Pero quiero que
entiendas que te voy a contar todo lo que siento para no tener que ocultarte
nada. Si me escondo incluso de mi padre, ¿con quién me voy a relacionar? No, no
quiero crear una brecha entre tú y yo.
Y viendo que había dejado los cigarrillos, se echó a llorar.
Me dijo:
‑Todo el mundo estaba en contra, pero tu sinceridad me obligó
a traerte los cigarrillos.
En la India seguramente no ha habido jamás un padre que haya
ofrecido cigarrillos a su hijo; nunca se ha oído hablar de algo así. Los padres
ni siquiera fuman delante de sus hijos para que no se les ocurra a ellos.
Los adolescentes están en una situación muy complicada. Están
cambiando; están dejando atrás su infancia y se están convirtiendo en
jovencitos. Cada día se abren para ellos nuevas dimensiones en la vida. Están
en transformación. Necesitan una ayuda inmensa de los padres.
Una hermosa anécdota de mi
maestro….un iluminado que me ha mostrado la hermosa esencia de DIOS: OSHO….
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