miércoles, 4 de abril de 2018

7 y su vida escolar


En general siete acepta sin protestar su vuelta a la escuela, mas quizá anticipe que el segundo grado le resultara demasiado difícil. Unas cuantas visitas por adelantado del grupo de primer grado al aula de segundo grado le ayudaran a mitigar temores. Siete podría sufrir ataques de fatiga y esto se advierte tanto en la escuela como en la casa. A los siete hogar y escuela son esferas más separadas  que a los seis. El niño no quiere que la madre le acompañe hasta su salón o visite la escuela a menudo. Cuando se encuentra con un grupo de amigos por lo general ignoran la presencia de la madre. Las interrupciones para ir al baño son menos frecuentes pues siete tiene un lapso de retención más prolongado. El trabajo dentro del aula exige la proximidad de la maestra porque la demanda que hacen los niños de siete ella es casi constante. Les agradada la aritmética y las cartas con combinaciones de números, aun invierte uno o dos números al escribir. Se deleita escribiendo cantidades de varias cifras, le agrada continuar el mismo proceso en toda una página y quizá le confunda pasar de la adición a la sustracción. Los lápices y las gomas constituyen casi una pasión. Siete escribe para borrar. Manipula su lápiz, lo toma con los dedos, lo deja caer, lo clava de punta contra el pupitre o contra algún objeto. Todavía invierte algunas letras y números pero las reconoce y prefiere borrarlas. Empuña el lápiz con fuerza doblando el índice hacia adentro y como regla general su presión es excesiva, aunque irregular.

8 y su vida escolar


Ocho gusta de la escuela y hasta le disgusta quedarse en la casa, en especial si ello significa perderse algún acontecimiento especial. Aunque no obtenga resultados del todo buenos en su trabajo, aunque sus relaciones con la maestra no sean demasiado buenas está más capacitado para permanecer en la escuela. Existe mucha mayor relación recíproca entre la casa y la escuela. Ocho está más interesado en su grupo escolar y quisiera que su maestra llegara a formar parte de ese grupo. Los niños de ocho entran al aula con entusiasmo (a menos, como es lógico, que se trate de uno de esos días malos). El niño de ocho puede desviar la mirada muy fácilmente del pizarrón a su pupitre. Trabaja con mayor independencia que a los siete y no necesita la proximidad de la maestra. El impaciente niño (a) de ocho no puede esperar que se le impartan instrucciones y aunque aparentemente las comprende necesita que se las repitan. A menudo, después de haber trabajado cierto lapso, se detiene para hablar con su vecino, diciéndole que debe hacer, preguntándole que página está leyendo pero puede retornar rápidamente a su trabajo. Le agrada usar el pizarrón y trabajar en su cuaderno. Dedica su preferencia a la última tabla de multiplicar que ha aprendido, le agrada pasar de un proceso a otro, sus desplazamientos pueden incluso ser automáticos; en medio de una multiplicación, saltara probablemente a una suma o a una sustracción y algo le advertirá que su mente le está jugando malas pasadas.

9 y su vida escolar


A nueve le gusta la escuela. La rutina mañanera de prepararse para ir a la escuela ha perdido sus asperezas. Tiene mejor dominio para prepararse y ahora es responsable de su llegada temprano. Con todo tiene dificultades al olvidar algún material escolar aunque lo haya planeado de antemano y colocado sus cosas en un lugar conveniente. Todavía necesita indicaciones, los padres no deberían irritarse por estos retrasos deberían recordar lo bien que se prepara y como distribuye su tiempo. En el aula, nueve parece más ordenado y cumple sus tareas con mayor rapidez. Cada niño tiene su manera individual de entrar en el aula. Uno arroja sus libros sobre el pupitre y otro deposita los libros cuidadosamente. Unos pocos niños necesitaran una palabra de la maestra para empezar a trabajar. Nueve se interesa por las conquistas que lleva a cabo en sus materias escolares y le agrada ser calificado en ellas. Está ansioso por obtener buenas notas y trabaja en ello. El fracaso puede desalentarlo, existe una considerable competencia con los compañeros y puede mostrarse resentido si lo supera alguien muy próximo a él o ella. Cuando fracasa por lo general necesita más atención individual que aislamiento. Nueve tiene mejor sentido crítico para juzgar su propia capacidad. Puede describir su método preferido de trabajo. Sabe que puede resolver mejor un problema si lo escribe primero, sabe que puede hacer mejores combinaciones aritméticas por escrito que oralmente. Algunos dicen que no pueden recordar el significado cuando leen en voz alta. Algunas tareas las cumple más fácilmente en la casa que en la escuela. “No tengo buena memoria” es una de las quejas favoritas de los nueve años. El recuerdo inmediato no resulta fácil. El niño puede recordar mejor las cosas si él o ella las escribe o si se les presenta. Una vez que ha tomado una decisión, sin embargo, no acepta fácilmente influencias para modificarla. Puede evaluar fácilmente su trabajo: “De este, no estoy tan seguro”. “De este estoy completamente seguro”. La materia de la que más habla es probablemente de aritmética. El niño la adora o la odia, a pesar de una respuesta emocional por lo general se desempeña bien en ella. Sabe de memoria muchas combinaciones de números y percibe las que provocan complicaciones. Con frecuencia, nueve siente un interés espontaneo por la solución de problemas aun fuera de los que su trabajo escolar les proporciona. Se interesa por los precios de las cosas y resuelve muchos problemas numéricos que encuentra en la lectura o en la conversación.   


Vida Escolar de 10 y 11


Si se les da la oportunidad a diez y once realmente pueden llegar a gustarles la escuela. Quieren a la maestra y les gusta aprender, pero lo que más les gusta no es que les enseñen sino que mantengan despierto su interés con un estímulo suficiente. Les disgusta faltar a la escuela porque les parece que se atrasan tanto que “nunca podrá ponerse al día”. Esta edad administra bien su tiempo y no se ven en los apuros de nueve. Su mayor responsabilidad se manifiesta no solo en la mejor administración del tiempo sino también en el cuidado de los objetos que le pertenecen. Ya no los pierde o coloca en lugares que no le corresponden, como hacia los nueve años. La memoria, en lo relevante a la vida cotidiana, ha progresado considerablemente. La maestra tiene importancia para el o ella pero no constituye el centro de su interés. Generalmente la respeta y con frecuencia acepta su palabra, aun mas que la de los padres, como ley. Les gusta que su maestra haga la programación de sus actividades. Y el es el primero en recordárselo si la maestra deja algo fuera del programa. A diez y once no solo les gusta escuchar sino también contar historias sobre cosas que ha visto, escuchado o leído. Puede charlar incesantemente y llevar su narración hasta extremos increíbles.
¡Y como le gusta memorizar! Diez sabe de memoria  largos poemas y los recita con acertada expresión. Deberían dedicarse más a tiempo a la memorización que a la comprensión intelectual, en efecto a ambos les resulta difícil combinar o relacionar dos hechos distintos; a ellos les gusta tomar las como las encuentra. El catálogo de datos memorizados habrá de resultarle posteriormente de gran ayuda; la comprensión ya vendrá sola con el tiempo. Es en la aritmética donde mejor se pone de manifiesto su dificultad para relacionar dos hechos distintos. Le gusta hacer compras y manejar el dinero y hacia el final del quinto  grado le encanta la aritmética oral, maneja perfectamente los elementos aritméticos y le produce placer ejercitar este dominio por medio de largos problemas con una cadena de operaciones enlazadas paso a paso.