miércoles, 19 de noviembre de 2014

Enseña al niño desde su cerebro

Enseñar al niño desde el cerebro que aprende, no desde el cerebro que enseña encierra infinidad de alternativas y obstáculos. Por un lado quien enseña está ávido por depositar en la mente de un niño lo que considera viable, correcto, real, el camino a seguir,  es decir todo aquello que concibe como enseñanza. Por otro lado tenemos a un pequeño que está aprendiendo desde el instante de nacer respira por el mismo, escucha  voces, sonidos, ruidos, mira rostros se alimenta desde que nace, se sumerge en aprendizajes que irán sucediéndose a lo largo de su vida. Bajo estos lineamientos llega un momento en que la enseñanza se formaliza, es decir el niño está en edad de llevarlo a la escuela lo cual dará cabida a una gran explosión de aprendizajes bajo el cuidado, guía e interés de los padres o tristemente se inicia el letal encuadramiento de una pequeña mente a la sombra de la obligación, rigidez o el tan conocido “porque lo mando yo”. El adulto que enseña, independientemente del rol que juegue en la vida del niño sean los padres, la familia o la escuela deberá enseñar desde la mente del pequeño, no desde  su mente. Cuando uno se inicia en tan bello arte de guiar o enseñar  a un niño, uno debe estar dispuesto a desprenderse de antiguos paradigmas del como fuimos enseñados, contrario a ello uno terminara convirtiéndose en un actor que solo da indicaciones a seguir; has esto, has aquello, está mal, vuélvelo a repetir, te equivocaste, te dije que así no, repítelo mil veces para que no se te olvide, uno se convierte en un actor regido por nuestro cerebro, nos convertimos en los obstáculos del conocimiento y damos por hecho que lo enseñado desde nuestro cerebro será lo correcto sin percatarnos que estamos empleando la rigidez y bloqueando un pequeño cerebro. Un adulto que está ansioso porque el niño aprenda no se detendrá a mirar el ritmo de aprendizaje del niño, no observara si ha comprendido, mucho menos dará importancia a sus sentimientos en el momento que está enseñando. Enseñar a un niño desde su cerebro no es una tarea fácil demanda al adulto un total compromiso para percatarse en primera instancia si está guiando o está obligando. Guiar y obligar son dos situaciones diametralmente opuestas. Guiar es partir del interés del niño, es ser capaz de descubrir a la par que el niño nuevas betas de aprendizaje, es permitirle a un niño que hable, que se equivoque, que descubra las respuestas por el  mismo, es dejarlo en libertad de explorar y comprobar las veces que desee. Un niño aprende mirando, observando, preguntando en diferentes situaciones y espacios e ir con el donde su interés le está demandando atención es guiarlo. Las alternativas para enseñar al niño desde su cerebro hoy en día se multiplican pues el pequeño está invadido de información escolar, tecnológica, social y cultural y de nosotros depende guiar adecuadamente su enseñanza desde su cerebro, no desde el nuestro.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Como te relacionas con el niño?

Si solo sabes relacionarte a gritos con tu hijo, echa un vistazo a tu corazón para desechar cualquier indicio de minusvalía, agresividad, ira o autoestima baja. Una verdadera limpieza al corazón garantizara una relación amorosa con  el niño.

Comunícate con tu hijo sin gritos

Si ya diste el primer grito al niño, esfuérzate por convertir ese  grito en firmeza empapada de voluntad para comunicarte con el niño.

Gritar a los hijos

Gritar a los hijos es resultado de  la frustración, la ansiedad o una forma de relacionarse con ellos. Cuando eras niño o niña  si escuchabas a mama o papa gritar pues aprendías a gritar o simplemente era el ambiente que vivías. Aun cuando el origen de los gritos sea diverso o se aborden desde diferentes perspectivas lo real es que cuando un padre o una madre se relaciona con sus hijos a gritos está generando desestabilidad tanto en su comunicación, como en el estado emocional de los niños. Al final los gritos son el resultado de una comunicación deteriorada, de la ira o simplemente porque piensas que así educas mejor a tus hijos, pero ambas situaciones solo generan desajustes emocionales en el niño como:
Desprecio o minusvalía. Un niño que crece a la sombra de los gritos termina siendo un adulto con grandes dificultades para relacionarse pues se sentirá despreciado, falto de valía o confianza. 
Agresividad. Un niño que convive con los gritos aprenderá autodefenderse replicando el mismo patrón y a futuro observaras a un adulto irritable o agresivo.
Conductas inapropiadas. Los gritos terminan despertando en el  pequeño conductas inapropiadas como manipular a los padres, mal carácter, pega a otros, se relaciona empleando la fuerza, autoritario o prepotente.
Desobediencia. Los gritos solo abren el dique de la desobediencia, la mentira o el chantaje
Inseguridad. Los gritos dejan a un niño temblando de inseguridad, su piel denota temor, titubeos  o miedo .
Autoestima baja. Un niño que recibe gritos, es un niño con autoestima baja.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Entereza

La virtud que fortalece corazones para guiar sabiamente a  un hijo sin lesionarlo se llama ENTEREZA.

Sé proactivo con tu hijo

Redireccionar los “NO” proactivamente en un niño o una niña es el mayor desafio que enfrentan los padres.

Rompe el circulo de los "NO" de un niño

Cuando el niño no quiere comer, no quiere dormir, no quiere subirse al coche, no quiere levantar sus juguetes, no quiere, no quiere  ambos quedan atrapados en un círculo enfermizo de  “no quiere”, tu pides algo y él no quiere. ¿Porque se crea tan nocivo circulo? porque no te has dado cuenta que estas atrapada con el niño en conductas viscerales que los encierran en un círculo nocivo. Ambos se conocen y saben cómo se comportan, pides algo al niño y sabes que te dirá no, te evadirá o te ignorara y viceversa, el niño te conoce a tal grado que va desarrollando nuevas formas para evadirte. Para salirse de tan nocivo círculo lo único que funciona es salirte de él, es romperlo. Salir del círculo que enferma a ambos requiere de intangibles que solo el adulto puede comprometerse con ellos; entereza, perseverancia y toma de conciencia. Factores que definitivamente no se los puedes pedir a un  niño. Retos que te competen solo a ti si deseas erradicar tan negativas conductas que desgastan a ambos.
Entereza para no ceder en el momento de dar indicaciones o pedir tareas al niño. Sumado a ello deberás desplegar múltiples estrategias para lograr la respuesta sin claudicar y por supuesto sin invitar a la violencia para que reaccione el niño.
Perseverancia para romper el círculo enfermizo. La clave del éxito reside en ser perseverante, si lo haces un día y al día siguiente la voluntad flaquea y la entereza brillo por su ausencia, entonces no funciona. Perseverar va a doler, te va a desgastar pero solo entonces estarás haciendo algo real por romper círculos enfermizos.
Toma de conciencia. Tomar conciencia de que algo no funciona en la relación con el niño es como la luz que te guiara para saber qué haces bien y que estás haciendo mal al guiar la conducta del niño. Tu conciencia te dirá la verdad del porque el niño reacciona con sus clásicos no. Es la sabiduría que te dirá como guiar a un hijo o hija.

Te he compartido tres intangibles para romper círculos enfermizos, de nosotros los padres depende formar hijos emocionalmente saludables.