lunes, 30 de junio de 2014

Intimidad

Un niño necesita intimidad porque todo lo que es hermoso cre­ce en su intimidad. Esta es una de las leyes fundamen­tales de la vida. Las raíces crecen bajo tierra; si las sacas de la tie­rra empiezan a morir. Necesitan intimidad, total intimidad. El niño crece en el vientre de la madre en la oscuridad, en soledad. Si sa­cas al niño a la luz antes delante de público morirá. Necesita nueve me­ses de absoluta intimidad. Todo lo que necesita es crecer, necesita in­timidad. Una persona adulta no necesita tanta intimidad porque ya ha crecido, pero un niño necesita mucha intimidad. Los padres se preocupan mucho cuando ven que el niño ha de­saparecido o está solo; inmediatamente se preocupan. Se tienen que mover para que lo puedan vigilar, pero si eres un vigilante  no le permitiras desarrollar su individualidad; al vigilarle lo estarás tapando, interfiriendo en su intimidad. Un niño necesita una enorme intimidad, tanta como sea posible, el máximo de intimidad, de modo que pueda desarrollar su in­dividualidad sin interferencias, sera como darle los cimientos de confianza, confianza que a futuro caminara con el.

No hay nada escrito en Él

Cuando un niño nace es una pizarra vacía, una tabla rasa; no hay nada escrito en él. Esa es su belleza: el espejo no tiene polvo. Puede ver con más claridad. Es una bendición.

No condiciones a un Niño

Los niños no necesitan condicionamientos. Hay que ayudarles a ser ellos mismos, tienen que ser apoyados, alimentados, fortalecidos. Un verdadero padre, una verdadera madre, unos verdaderos padres serán una bendición para el niño. El niño se sentirá inmediatamente ayuda­do por ellos, y esto le servirá para enraizarse en su naturaleza, para afianzarse, para centrarse; de este modo, empezará a amarse a sí mismo y se respetará.
Recuerda, a menos que una persona se ame a sí misma, no po­drá amar a nadie más en el mundo; a menos que un niño se respete a sí mismo, no podrá respetar a nadie más en el mundo. Si no te respetas a ti mismo, ¿cómo vas a respetar al otro? A menos que nazca en tu interior el amor por ti mismo, éste no irradiará a los demás. Primero tendrás que ser una luz para ti mismo, entonces tu luz se extenderá y alcanzará a los demás.

lunes, 23 de junio de 2014

La vida emocional del preescolar

En general la vida emocional del  preescolar sugiere un buen ajuste con él y confianza hacia los demás. No carece de angustias o temores y si estos se presentan son por lo general temporales y concretos. Los truenos y las sirenas despiertan a menudo su temor. La oscuridad y la soledad les provocan temor. Muchos niños en edad preescolar años tienen crisis de temor al pensar que mama o papa lo abandonaran o que nos los encontrara al despertar. Sus sueños pueden ser a menudo placenteros, sin embargo no están exentos de  pesadillas en las cuales los animales terroríficos ocupan un lugar prominente.
Desde el punto de vista psicológico, se sienten a sus anchas en el mundo porque se encuentran cómodos consigo mismos. Algún choque emocional puede hacerle perder el equilibrio, pero tienden a recuperarse rápido. Aun presentan los clásicos berrinches o ataques de nerviosismo.  Les resulta suficiente golpear brevemente con los pies el suelo  y afirmar “no, no quiero”. Respecto a su adaptación con el adulto, sentado a la silla no molesta, ni se muestra inquieto. Se para con aplomo. El preescolar posee una acabada perfección y habilidad en sus movimientos que sugieren  un desarrollo natural y avance hacia la pubertad.
La naturaleza psicológica del preescolar resulta más evidente cuando echamos una mirada al camino evolutivo por el que ha pasado el niño para llegar al estado actual. El desarrollo del preescolar es como un espectro cromático; cada fase, cada color, se identifica mediante gradientes imperceptibles, es decir los siete colores de un espectro son bien distinguibles. De la misma manera los rasgos de madurez de un preescolar se diferencian notoriamente de un lactante o maternal.

                                                                                                                                      

lunes, 16 de junio de 2014

Cuando se pierde la calma, el corazón aclama gritar!

Si gritas a tu hijo o hija, no te preocupes por gritar en absoluto, siempre y cuando no se convierta en una forma de relacionarse con el niño, es natural. Sólo tienes que recordar una cosa; equilibrarlo con amor  y tolerancia.
Hay momentos en los que uno quiere gritar, simplemente uno pierde los estribos y cuando te das cuenta ya estas gritando, los niños lo en­tienden porque ellos también gritan. En realidad, ese es su len­guaje. Si sientes que estás hirviendo en tu interior y no quieres gri­tar, el niño lo percibe de inmediato, puede sentir toda tu vi­bración. Si el niño grita y tu sonríes, el no comprenderá, el niño asocia la ira con el grito y no entiende porque sonríes si también estas enojada. El niño se molesta mucho cuando siente que la mama o papa lo están engañando, y un niño nunca perdona el engaño. Siempre están dispuestos a aceptar la verdad, muy con los pies en la tierra.
Grita cuando lo demande tu corazón y si la inconsciencia abruptamente dejo salir la ira, no te sientas culpable. Solo tienes que recordar  equilibrar este momento con el amor y la calma pasada la tempestad. Si les estás gritando, también ámalos, pero si sólo le gritas y no llegas a la calma, entonces existe un problema. El problema no surge porque les grites, surge porque no lo equilibras con la calma y el amor. Cuando un niño ha hecho algo malo, si no se lo dices en el momento del agravio, más tarde solo será un reclamo, una amenaza o una venganza. A veces sucede que cuando la crisis se ha enfriado el niño retorna  a sus deberes se concentra y tu te quedas enfadada recordando el agravio, con la rabia guardada entonces corres el riesgo de que la ira se volqué sobre el niño fría y calculadora cuando todo ha pasado. Puede que tú te liberes del enfado, pero esto no soluciona el problema, por el contrario, solo abrirás el camino del rencor ante un hecho que el niño ya olvido. Sé coherente si debes corregir al niño, corrige en el instante, si estallaste en gritos, lo demando tu naturaleza. Un grito no erradica el amor. No existe un manual de como deberás  comportarse con tus hi­jos. Una madre o un padre saben por naturaleza cómo comportarse. No se necesita aprender de nadie. Simplemente, sé natural el amor es tan mágico que a veces te demandara explotar en gritos si lo estas intoxicando.

lunes, 9 de junio de 2014

El niño de 5 y 6 años

Entre los 5 y 6 años el niño ya recorrió un largo camino por el sinuoso y ascendente camino del desarrollo.
Deberá viajar aun quince años para llegar a ser un adulto, pero ha escalado la cuesta más escarpada y ha llegado a una meseta de suave pendiente. Si bien no es aún un niño con plena madurez ya da indicios del hombre o la mujer que será a futuro. Sus capacidades, sus talentos, sus cualidades temperamentales y sus modos de afrontar las exigencias del desarrollo. Ahora ya cuenta con el sello de la individualidad.
Pero también corporiza en su joven persona rasgos de conducta características de la cultura a la cual pertenece.
El niño a esta edad, es una edad nodal,  una especie de edad de oro, tanto para los padres como para el niño. Durante un breve periodo la corriente de desarrollo del niño fluye con suavidad. El niño es feliz al organizar todas sus experiencias vividas, es dueño de sí mismo, es reservado y su relación con otros es amistosa, ha aprendido, ha madurado. Se dedica a consolidar sus proyectos antes de iniciar nuevos.
El niño de 5 años vive un interludio sintiéndose a sus anchas en su mundo. ¿Y que es su mundo? Es un mundo del aquí y ahora.
Pero si se trata de ingresarlo al preescolar o ya asiste a la escuela el niño de esta edad no tolera las exigencias si son muy acentuadas, se manifiesta incluso su tendencia por permanecer en casa, no por una dependencia anormal, sino porque el hogar es una institución compleja que lo atrae y satisface su atención. Se siente feliz jugando con todas las domesticidades donde conoce las exigencias de casa y sabe como responder a ellas.

viernes, 6 de junio de 2014

Ego infantil

Es durante la primera etapa de vida cuando nace el ego infantil. Dicho en otros términos él bebe es cuidado, protegido, alimentado, amado. Es el centro del universo, es el nacimiento de su ego.
Pero es durante la segunda infancia cuando aparece el ego infantil  y aborda otras líneas conductuales. Con la aparición del lenguaje y las emociones entre los dos y cuatro años el ego infantil se convierte en el amo y dueño de todo adulto que circunda por su periferia. Y esto lo puedes observar ante el brote de sus primeros berrinches, sus llantos incesantes, las rebeldías que surgen cuando se enfrenta o los clásicos no, los caprichos por satisfacer sus deseos o simplemente las clásicas pataletas. Son proyecciones de un ego infantil que se está gestando y va descubriendo el mundo de las normas. Las normas que mama cultiva cuando de comer se trata, lavarse las manos, los dientes, levantar los juguetes, hacer la tarea y mucho más. Normas que un niño en un primer momento no comprende y mucho menos atiende debido al ego. Y para ayudarlo a superar este proceso es necesario mostrarle que no es el centro de casa, que también existen normas y limites.
El ego infantil no le permite al niño adaptarse de inmediato a las normas de mama o papa. Sigue a la espera de que todo se le cumpla, se le provea, se le atienda mínimo deseo y es aquí cuando surgen las crisis del ego infantil. Se siente a sí mismo como el centro de toda la existencia y entonces se eleva su ego infantil hasta llegar el momento de mostrar desenfrenadas conductas  que prácticamente son incontrolables por los padres.
El ego es necesario durante los primeros años de vida del niño para que se sienta aceptado, amado,  cobijado por la familia. Pero llegada la edad de la independencia el niño deberá enfrentar por si solo las normas y los limites dentro y fuera de casa. Y en la medida que le enseñes a experimentar, vivenciar, sentir y enfrentar que existen su ego infantil se adaptara a cualquier situación que le demande su crecimiento.