martes, 12 de noviembre de 2013

El sueño


Arriba - abajo

Acuesta al bebe boca arriba sobre la cama, tómalo de las manitas y llévalo a sentarse una y otra vez, suave y gradualmente. Nuevamente acuéstalo sobre la cama y ahora llévalo a pararse directamente una y otra vez. Dos momentos graduados que estimularan; flexibilidad, tono muscular y coordinación, recursos valiosos que favorecerán su marcha.

Generando sonidos

Para esta aportación vas a requerir de diferentes utensilios que emitan sonidos como; cacerolas, cucharas, vasos de vidrio, palas de madera, etc. La intención radica en elegir artículos de la vida diaria para emitir sonidos al pequeñito, sonidos de la vida diaria. Solo se tratara de emitir suaves soniditos con lo que elijas al frente del pequeñito una y otras vez, al mismo tiempo que le charlas. Procura que los sonidos no altere al pequeño, sera una excelente oportunidad para estimular en el niño su capacidad auditiva, visual y sensorial.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Sabe que es un corazón...


Intimidad

A los niños les gusta mucho quedarse solos; necesitan espacio para su crecimiento. Los padres solo deberán estar atentos, pru­dentes, para que no le sucedan accidentes. Hablo de ser prudentes. No interferir en su juego. Eso es permitir en el pequeño la indagación, la investigación, la aventura.

¿y si nos equivocamos?

—¿Y si nos equivocamos? —preguntan a menudo los padres, perplejos, temerosos, cuando se los invita a ser padres  con el adolescente.
Esa interrogante parecería justificar la parálisis de muchos que persisten en el miedo a los hijos. Se escudan finamente detrás de esa reflexión sutil:
—¿Y si nos equivocamos? —Así dicen y con ello creen que el tema concluye, y que cada cual se va por su lado.
Mi respuesta:
—También para eso estamos, colegas padres, madres,  para equivocarnos. Y no es una eventualidad correspondiente al ser padre o madre, sino que es la savia elemental de la vida humana. Vivir es acertar a veces y equivocarse otras. No habría divorcios de parejas si no hubiera gente que se equivocó. Y no obstante no podían saberlo antes de equi­vocarse.
Otros tal vez se casaron con incertidumbres, con mie­dos, y luego resultó ser que no se equivocaron, y viven jun­tos hasta el final de sus días.
Como seres humanos, como padres, no nos queda otra opción que actuar. Claro que no a tontas y locas actuaciones, sino con saber, con reflexión, y sobre todo con autenticidad.
Un padre que se equivoca frente a sus hijos, lo hace desde su más íntima convicción, lejos de obtener repulsa, será amado y respetado por sus hijos.
La perpetua caricia —¡ahí no se equivoque!— no en­gendra perpetuo amor.
La autoridad funciona de persona a persona. Es diálo­go, es confrontación, es libertad de los interlocutores, de cada uno, y cada uno decide lo suyo.
El autoritarismo es lo menos deseado, por cierto. Pero en el miedo al autoritarismo hay padres que se paralizan y no se atreven a intervenir en la vida de los hijos cuando éstos corren peligros de diversa índole, sobre todo los peli­gros morales y psíquicos, peligros de la evolución en cuan­to persona.
Una mala compañía es un peligro para tu hijo, el ado­lescente. Es tu deber intervenir. Procura dialogar, no casti­gar. Pero no te quedes de brazos cruzados, mirando el panorama desde el puente, pensando:
—Es su vida, es libre, es su elección...
Eso no es respetarlo, es dejarlo solo, abandonado.
El amor interviene, procura modificar rumbos que con­sidera erróneos, grita, protesta, exige. Somos recíprocamente res­ponsables los unos por los otros. Ese es el sentido básico, elemental, del amor.
Para eso estamos los padres. O si no, ¿para qué esta­mos