martes, 8 de enero de 2013

Vientre y Respiración


Y que te parece si ahora estimulas el vientre del bebecito y su respiración. Te recomiendo delicadeza y mucho cuidado para hacer lo siguiente: Recuesta al pequeñito boca arriba solo con su pañalito, toca suavemente el vientre del bebe para que lo apriete y afloje. Retira tu mano y vuelve a tocarlo. Apretar y aflojar el vientre será el primer estimulo. Toma un cojín pequeñito y colócalo sobre el abdomen el niño, presiona muy suavemente por unos segundos para estimular la respiración abdominal. Ejecuta estas acciones por dos o tres series.

Brazos y Manos


Recuesta al bebe sobre la cama boca arriba y haz lo siguiente:
  • toma ambas manitas y; estira y afloja delicadamente,
  • llévalas arriba, abajo, una y otra vez, 
  • abre y cierra el puño de ambas manitas, una y otra vez,
  • masajea suavemente del hombro a la mano, una y otra vez,
  • estira dedito a dedito del pequeñito masajeando uniformemente.

Abras estimulado las articulaciones de brazos y manos del bebe. Un excelente descanso corporal y además de estimulas su habilidad motriz.

Autoconfianza y seguridad en el niño


Se ha comprobado que la autoconfianza, la autoestima, la seguridad, la capacidad de compartir y amar, e incluso las habilidades intelectuales y sociales, tienen sus raíces en las experiencias vividas durante la primera infancia en el seno familiar. En un hogar donde se respira un ambiente de cariño, de respeto, de confianza y de estabilidad. Los niños o niñas se desarrollan psíquicamente más sanos y seguros y se relacionarán con el exterior con una actitud más positiva y constructiva hacia la vida.
En este proceso, el niño o niña va formando una visión del mundo, de la sociedad y de sí mismo, al tiempo que adquiere herramientas intelectuales y prácticas para adaptarse al medio que le toca vivir y también construye su personalidad sobre las bases del amor propio y de la confianza en sí mismo.
Las experiencias de los niños o niñas facilitan las funciones motora, socioemocional e intelectual. Es fundamental a través de las interacciones con sus padres, que los niños o niñas lleguen a confiar en sí mismos, sentirse capaces, independientes y solidarios y que vayan aprendiendo gradualmente a comunicarse por medio del lenguaje, a socializar, a aprender, a compartir e incorporar valores morales a su comportamiento cotidiano. Las primeras etapas del desarrollo son básicas para el futuro del niño o niña e influyen para toda la vida en su relación con los demás, en el rendimiento escolar, y en su capacidad para participar activamente en la sociedad.
Muchas familias, a pesar de las dificultades que deben afrontar en la vida diaria, son capaces de crear un clima afectivo cariñoso y cálido dentro del hogar y logran favorecer positivamente el desarrollo psicosocial de los niños. Esto sucede cuando existe una relación cálida, de aceptación hacia los hijos, un clima afectivo positivo, una estabilidad en las relaciones familiares, una intencionalidad de estimulación y una educación de los niños.