lunes, 28 de octubre de 2013

Una aventura entre padre y adolescente

Querer es una aventura, es tener miedo de perder, de ser perdido.
La aventura sucede aquí entre nosotros, en los pasos más cotidianos. No hay que ir a la selva ni internarse en territorios desconocidos. ¿Para qué? ¿Conoces algo más desconocido que yo, que yo y tú, que tú, yo, nuestros hijos? ¿Conoces una aventura mayor que un encuentro, aun con gente conocida, y en el cual, aparentemente, nada nuevo ha de suceder?
El orden es el de las normas, las fronteras, los límites; el orden es el sistema de las ideas y de las creencias en que una sociedad crece y sobre las cuales opera en cuanto a los fines de la existencia.
—Los límites, las normas de conducta, no son lo esencial, pero es como el marco, que permite que lo esencial, tu creatividad, pueda patentizarse.
El orden es el modo, el estilo, la manera, las costumbres, que manejaremos para concordar nuestro deseado encuentro —ir al cine, conducirnos durante un encuentro familiar. Luego, todo lo que suceda en el encuentro es aventura, espontaneidad pura. Aventura, gracias al orden.
Orden es a tal hora, hay recreos en el colegio. Aventura, lo que suceda entre los niños durante el recreo.
Hay orden en la ciencia, hay orden de composición y de combinación de colores, tonalidades  sombras, líneas en el mundo de las artes, del  aprendizaje de la vida diaria.
—Esos son los límites, hijo mío. En tu vida privada, en tus relaciones humanas, en el estudio, en el trabajo, en la calle, en tu casa, en el extranjero, con tu novia, con el hombre que viaja a tu lado en el colectivo.
Y ese orden termina siendo siempre orden moral, es decir constitución de unas costumbres (mores en latín significa costumbres, y de ahí el término "moral") adoptadas por un grupo social, por un sector de la humanidad.

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