lunes, 22 de octubre de 2012

Vuélve a ser un niño


Mantén la actitud de un niño de tres años. Deja que sea tu rea­lidad y que tu edad cronológica sea sólo un fenómeno social, sólo una fachada. Sé un adulto sólo externamente; en tu interior sigue siendo un niño. Y cuando estés solo, deja toda tu adultez; no hace falta. Compórtate como un niño. Y estaría bien que jugases con ni­ños pequeños.
Llévatelos a dar un paseo a la orilla del mar,  a un parque o a cualquier lugar y compórtate como ellos; no les obligues a comportarse como tú. Síguelos y verás cómo surgen nuevas intuiciones en ti.
A veces te dará miedo sentirte como un niño, porque entonces te vuelves tan vulnerable, tan abierto que todo el mundo te puede hacer daño. Vuelves a ser impotente..., pero esa impotencia es her­mosa. Ser vulnerable es hermoso; que te hieran algunas veces es hermoso. Para evitar estas heridas nos endurecemos, nos sale una costra, como de acero, una armadura. Es segura pero está muerta.
¡Estás en un espacio muy hermoso! Sigue ahí, y sigue invitándola una y otra vez. Siempre que tengas la oportunidad, vuelve a ser un niño

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